Sentimientos de quien entrena y corre una maratón: 42.195m de emociones
Cuando cruzas la meta tus piernas no te responden, ni el resto de tu cuerpo tampoco, solo tu corazón. Tu corazón cargado de emociones y sentimientos que hacen que unas lágrimas incontrolables comiencen a rodar por tus mejillas. Este es el final feliz de unos cuantos días de entrenamiento y algún que otro sacrificio.
Uno no puede decir de un día para otro que va a correr una maratón (nunca sé si maratón es femenino “la maratón”, o masculino “el maratón”) porque esto no es como ir a pasear al parque, así que nosotros lo decidimos el 11 de junio, al día siguiente de haber hecho la carrera, 15Km nocturna Valencia.
-¿Qué día dices que es el maratón de esta ciudad? ¿El 19 de noviembre? Entonces tenemos tiempo…
Lo habitual es que el entrenamiento para este tipo de carreras sea de aproximadamente cuatro meses, así que teniendo esto en cuenta, que los días de verano remoloneas un poco, etc, etc, estábamos en tiempo.
Aquí no os voy a contar qué entrenamiento hemos hecho, qué hemos comido o los ejercicios adecuados, solo os voy a hablar de sentimientos, de lo que fui sintiendo a lo largo del proceso y que probablemente muchas de las personas que realizan esta prueba compartirán conmigo.
Deciros que a mí esto del deporte me encanta, sí, realmente disfruto haciendo cualquier disciplina y es que es una manera de descargar gran parte de la energía que tengo y liberar cualquier tipo de tensión.
Cuando vives cerca del Retiro y además tienes la gran suerte de ser el dueño de tu propio tiempo y compartir entrenamiento y objetivo con tu pareja, todo esto es algo más fácil. Pero lo que no es fácil es no sucumbir a la pereza, a los días de calor, a la desidia, al “ya lo hago mañana”, al me duele aquí, al “hoy tengo malas sensaciones”...
Así que de pronto nos encontramos corriendo un día sí y otro también: que si hoy toca series, que si mañana rodar, que si pasado dos horas…pufffffff!!!! Te vas a cualquier sitio a pasar unos días, da igual que sea a la montaña, a la playa… y sigues entrenando. Un auténtico rollo y eso os lo digo yo, la misma que en el párrafo anterior escribía aquello de “el deporte me encanta”.
Para compensar esta parte, y porque somos de naturaleza disfrutones, prácticamente durante todo el proceso no nos hemos privado de aquellas cosas que nos gustan (culinariamente hablando). ¿Tú te resistirías a una cerveza bien fresquita? Bueno, quien dice una, dice dos. ¿A disfrutar con tus amigos de una cena estupenda? Creo, sinceramente, que ha sido gracias a estos momentos que los otros no han sido tan duros.
A veces he tenido la sensación de pasarme más tiempo con las zapatillas puestas que quitadas, y me he preguntado no una, sino varias veces aquello de “quién me mandaría a mí meterme en esto”. Pero como soy algo orgullosa, ya no podía echarme atrás, y además, tengo ese pelín masoquista de conquistadora de retos difíciles que suponen un esfuerzo extra.
Los días fueron pasando y con ellos los meses, y de pronto ya estábamos metidos en el coche, camino a Valencia. Ainssssss!!!!
Sábado, día antes de la carrera. Llega el momento de la recogida de dorsales. ¿Dónde? En la Ciudad de las Ciencias y las Artes. Este también será el escenario de la salida y la llegada. ¡¡¡Madre mía!!!!!
Aquí ya empiezo a ponerme nerviosa porque cuando vas caminando, prácticamente todo lo que escuchas aquí y allá es sobre cuánto han entrenado, qué objetivo tienen, cuál es su marca personal, etc, etc.
Llega la noche, y aunque pretendo dormir perfectamente, nada más alejado de la realidad. Estoy nerviosa y en un duerme vela pendiente de la hora que es, de si tengo alguna molestia, de si, de si… A las 06.45horas suena el despertador y desde la ventana vemos amanecer Valencia.
Son las 08.48horas cuando uno de mis pies toca la salida de la carrera. 42.195m me separan de la meta. Y es aquí cuando empieza la “FIESTA”.
Los primeros kilómetros se llevan entre risas, comentarios y escuchando a tu cuerpo, escuchando lo que te dice: si vas bien de ritmo, si debes dosificar las fuerzas… Y así, poco a poco, va pasando una hora y dos y te encuentras que gracias a la gran animación que hay por toda Valencia, al recorrido favorable, a las buenas condiciones meteorológicas y a la música, ya has pasado el ecuador de la carrera.
Todo va bien, mejor de lo previsto, incluso hemos adelantado al globo de 3.50 (se me ha olvidado comentaros que nuestro objetivo es llegar a meta antes de cuatro horas), pero desgraciadamente el tan conocido muro hace su aparición al kilómetro 35. La música cañera e inspiradora ayuda pero no lo suficiente. Es el momento de lanzar pensamientos positivos: los dolores en las piernas no existen; ¿qué son siete kilómetros de nada?; lo que queda no es más que un pequeño entrenamiento diario…vamos, vamos, vamos, TÚ PUEDES.
Y de pronto cambia todo, solo oyes a la gente gritando, coreando una y otra vez palabras de ánimo y te das cuenta que la meta queda a un escaso kilómetro y todos los sentimientos que llevas dentro se vuelven incontrolables. Empiezo a llorar como si no hubiera un mañana, llorar por el esfuerzo, por los días de entrenamiento, por mi afán de superación, por conseguir un reto, por tantas cosas que sería incapaz de transmitíroslas todas.
Y ahí está, la alfombra azul que te lleva a la meta, en la Ciudad de las Ciencias y las Artes, cincuenta metros nada más para alcanzar el objetivo. Cojo la mano de Jorge, mi compañero inseparable, con el que comparto y disfruto tanto, con el que los últimos 42.195m he reído, sufrido y he corrido.
¡¡¡¡Llegamos, lo hemos conseguido!!!! Maratón de Valencia, superado.
Tiempo: cuatro horas, dos minutos, catorce segundos. Sí, lo sé, quería hacerlo en menos de cuatro horas, mi compañero de fatigas pinchó en el último tramo y después de tanto esfuerzo juntos no le iba a dejar tirado por arañar unos minutos al crono. Quizás fuimos demasiado rápido al principio: aprendizaje para la próxima. ¿Próxima?...
No hemos cumplido el objetivo, pero no pasa nada, me siento una campeona, bueno, realmente lo soy, ¿o no?
El resto del día transcurre con una suculenta paella en el Palmar, rodeada de mi familia, cervezas aquí y allá, una maravillosa puesta de sol en la Albufera y unas copas en la terraza de un ático con vistas a la Ciudad de las Ciencias y las Artes, la misma que nos vio salir esta mañana y que nos ha abrazado fuertemente cuando hemos llegado.
Y ahora viene la pregunta del millón: ¿volverías a correr una maratón? Sin dudarlo dos segundos mi respuesta es Sí. ¿Por qué? Podría darte mil razones, pero la más importante es que realmente LO DISFRUTO, ¿y en qué consiste la vida sino en disfrutar?
Fotos: SigueElRizo